jueves, 14 de noviembre de 2013

MONEY, MONEY....



Liza Minnelli cantaba eso de “Money, Money...” en la película Cabaret en 1972.

De esta canción se traduce:
El dinero hace que el mundo gire,
el tintineo, un ruido metálico sonido
dinero, Dinero, dinero, dinero,
Dinero, dinero, dinero, dinero,
Obtener un poco, consigue un poco,
Dinero, dinero, dinero, dinero,
Marcos, yenes, un dólar o la libra,
Que tintineo, un ruido metálico sonido sordo
es todo lo que hace girar el mundo,
Se hace girar el mundo

Tan fácil, tan sencillo, tan simple. El dinero hace que el mundo gire. Tan fácil, tan sencillo, tan simple. El dinero hace que nosotros giremos a su antojo.

Hace siete años me dieron un gran consejo y además no me cobraron por ello. En los ojos, en la cara de aquella mujer que me miraba y me hablaba como si sus palabras fueran las últimas que dijera un sentenciado a muerte momentos antes de ser ejecutado, se desprendían la más pura convicción y verdad que jamás haya escuchado nunca.

Momentos antes me pidió que por favor avisara a una enfermera en su ausencia si notaba el más mínimo movimiento de su marido. Me miró, y sus ojos se llenaron de lágrimas. Enmudeció rápidamente sus llantos con un pañuelo sobre su boca. Y salió de aquel box de la UCI.

No pasaron ni tres minutos, ella regresó y se quedó estática frente a la cama de su marido. Quieta, sin pestañear, casi sin respirar. La mirada fija a una de las maquinas que emitía pitido intermitente pero cruelmente constante. En esos tres minutos de ausencia pareciera que hubiera envejecido siete años.

No sé el tiempo que estuvimos así. Ella mirando impasible a su marido y escuchando aquel sonido constante que se dibujaba en forma de gráfico en una de las maquinas que rodeaban el cabecero donde yacía este. Y yo, yo era espectador de como una persona se deshacía en pedazos por dentro. El escenario de aquel horror era la cara de aquella mujer, aquel gesto que no he visto nunca en otra persona, aquella mirada vacía. Sus ojeras infinitas, donde se perdieron las horas y los días del calendario, los labios sumidos en busca de saliva que suavice el tragar, las manos apretadas, una y otra vez, estrangulando y asfixiando un pañuelo de papel hecho trizas. Allí estaba inmóvil como una hoja caduca antes del primer soplo otoñal.

-Se cae, se desmaya en cualquier momento-, pensé mientras la miraba fijamente.

En un gesto mecánico aquella mujer descubrió la cortina para mostrarme al herido compañero de la UCI.

Del interior de una sabana blanca salían varios tubos trasparentes conectados a botes de sueros colgados en perchas como murciélagos de cristal. Un gran panel sobre el cabecero, con luces, pitidos y fuelles que insuflaban oxigeno asistido. Imposible distinguirle la cara a la persona que estaba allí tendida, un tubo traqueal, la mascarilla, la cabeza vendada.

-Este es mi marido Andrés, y lleva casi cuarenta horas despertándose del coma asistido por las grandes heridas que tenía. Creo que ese maldito remolque se lo ha cargado.

No dije nada, no me salieron las palabras. Estupor, incredulidad. ¿Como podía seguir vivo?

La mujer cerró de nuevo la cortina, y esta vez se quedó a mi lado.

-He visto a tus hijos ahí afuera, son pequeños y se te parecen mucho- me dijo con voz suave, mientras posaba sus manos en mi hombro.

-Por favor no dejes que el dinero te separe de ellos, vive.

Volvió al otro lado de la cortina, junto a su esposo, y ya no la oí decir una palabra nunca más.

Creo que pasé unas treinta horas más allí, consciente, viendo entrar y salir constantemente médicos y enfermeras, con poses dulcificadas, alentándome, protegiéndome, esperando el siguiente infarto, infarto que no se repitió más, afortunadamente.

Me comunicaron que me pasaban a planta, pero en el box de Andrés nadie hablaba, solo colgaban más bolsas de sangre y más sueros de sedantes, solo aquel pitido constante de la maquinas y el fuelle de oxigeno atronaban ese rincón.

Me encaminaba hacia la habitación de la planta. Un celador empujaba desde la cabecera de mi cama, una enfermera me felicitaba. La mujer de Andrés paró en seco la camilla. Me cogió la mano y sentí en mi interior como me repetía aquellas palabras que treinta horas antes me dijo a mi sólo.

Mi mano se aferró a ella cada vez más. Y puede sentir y comprobar todo aquello a lo se refería esa mujer.

Ese apretón de manos me llevó, hasta las cuchillas del remolque del tractor de Andrés, cuchillas que servían para cortar la dura tierra y casi la vida de aquel hombre. También vi la soledad de sus hijos esperando día tras día a su padre. Vi el codazo que todos los sábados y domingos le deba a su marido a las seis de la mañana para que se fuera al campo a trabajar. Vi otra escritura de otro trozo de tierra cada vez más lejos de su hogar, cada vez a más horas de su casa, de sus hijos. Vi como ya no se arreglaba para su marido. Vi como la ropa de trabajo poblaba el tendedero de la terraza. Vi que las navidades acababan antes para ellos, que los demás seguían y Andrés y su familia se retiraban pronto, - “el campo no sabe de fiestas”- esa era la coletilla con la que Andrés se despedía antes de tiempo siempre. Vi como firmaron unas “Preferidas” o algo así, ¡¡ da igual Andrés firma, te lo ha dicho el director de la Caja !! Vi como Andrés no vio crecer a sus hijos, y tampoco tenía claro en que calle vivían ahora. Vi como impasible cambiaba de canal, buscando las noticias del dichoso tiempo, sin pestañear al ser informado que iba a ser abuelo.
En ese apretón de manos vi compadecerse por ese sacrificio de vida con sus ojos ansiosos y envenenados por introducir otra moneda más en la hucha.
Pero también me enseñó las últimas palabras que Andrés le dijo a su mujer antes de entrar en el quirófano. A pesar de la sangre que le brotaba como una fuente por todo su cuerpo. Andrés tuvo arrestos de preguntarle a su mujer .
-¿HA VALIDO LA PENA VIVIR DE ESTA MANERA?, POR FAVOR DIME QUE SI.

Vi como el alma de esta mujer se marchitó en ese momento, como su sombra la abandonaba, y aquella mueca de sonrisa que de vez en cuando le aparecía en la cara, desapareció también.

De aquello han pasado ya siete años, y parece una vida, parece que fue un sueño que tuve.

Cada vez que salgo ha correr por la tardes me contenta imaginar que Andrés acompaña a sus nietos todos los días al colegio. Que se disfrazó de cubilete de parchís en carnavales, y que cambió las tierras por un apartamento en la playa para juntar al menos quince días al año a toda su familia y disfrutar de ellos haga el tiempo que haga.

Pero aquel sueño efímero de hace siete años me despierta cada mañana. Y me hace correr a diario y cuidar este estropeado corazón mio, y estar todas las horas que pueda junto a mis hijos. No tengo patrimonio alguno, tampoco lo tendré. No me preocupa nada. Tengo invertidos todos mis ahorros en las acciones más costosas y más deseadas por todos los mercados financieros, yo soy el mayor accionista en tener todo el tiempo del mundo para mi familia y, para mis amigos y amigas. Y Andrés, por desgracia, tiene el mejor ramo de flores del cementerio.

Como dice la canción....”Money. Money...el dinero hace que el mundo gire, (pero a su antojo)...” 


….......Buenas noches vecinas y vecinos.




domingo, 10 de noviembre de 2013

LA TERCERA MEJILLA




LA TERCERA MEJILLA...

No recuerdo bien donde leí, que:

“EL QUE MENOS PIERDE ES, EL QUE MENOS DA
No le falta razón verdad..!!

Pero me niego a vivir así, con esa excusa pusilánime que nos hace ser menos humanos, y sobretodo, peores personas.

Vivimos dentro del rencor y la envida; en la sospecha continua y en la simple y absurda contradicción con los demás.

Ya no solo basta con vernos nuestro propio ombligo y creernos el puto centro del universo. Ahora buscamos ansiosos el ombligo del que está nuestro lado, para comprobar que está peor que el nuestro, y así aliviarnos en nuestra envenenada existencia. Y si no es así, si su ombligo está tan limpio que da asco verlo, lo llenamos de mierda si es necesario, para con ello satisfacer nuestra enrevesada locura.

No soy persona de vivir postulando protegido desde la barrera. Salgo al coso. ¡¡Frente al tendido 7 cojones!!. Y sé perfectamente que voy hecho un mamarracho vestido de torero. Lo sé y no hace falta que desde la sombra elucubres y te jactes (de mi) de esa persona que se nuestra, que se arriesga y, que en esos momento lo está dando todo por los demás, hasta por ti también, que lo sepas. Se oyen tus susurros, tus “elocuencias”, no ves que son pedos y eructos  lo que sueltas a viva voz . No te enteras que los demás tenemos más vergüenza y más respeto que tú. Y esos triunfos de los que alardeas, esas absurda chanzas y exabruptos sin sentido donde te parapetas. No son mas que otra persona que te deja, otro amigo o amiga que te olvida. Pero hay más gente en mundo que te rodea verdad, un mundo entero que destruir, cierto.

Si, voy hecho un fantoche de banderillero, de domador de pulga, de cuenta cuenta-cuentos, de amigo, de Peter Pan. Lo sé perfectamente y además estoy de acuerdo con ello.

Pero yo al menos siento el albero en mis píes, y huelo la sangre, y el miedo, y procuro arrimarme al envite lo mejor que pueda. Y tú mientras dónde estás. Tú estás justo allí, arriba, en el palo de la bandera, mirando todo con unos prismáticos, a mil kilómetros de estas sensaciones que alimentan las alma. Sensaciones que jamás te podré explicar, porque no son formulas matemáticas, las tienen que sentir, las tienes que vivir. Pero tú todavía no dispones de esa capacidad, y los sabes. Ni te puedes imaginar lo que es un sonrisa de agradecimiento, una lágrima de emoción, un gracias por este momento por este instante.

Los pájaros de mi cabeza los conozco perfectamente, hace tiempo que viven ahí conmigo y, hace tiempo que los dejé volar en libertad. ¡¡Y no quieren irse de mi lado!!, será por algo digo yo.

No quiero vivir sin recibir unos buenos días a cambio de los míos. ¡No!, enteraros. No pasa nada por contestad. Esa actitud nos os hace ni más fuertes ni más inteligentes.

Si no eres capaz de aportar, al menos no interfieras o destruyas, o peor aún, no menosprecies la labor del que si lo hace.

Vivís en una continua critica a los demás para tapar vuestra ineptitud y vuestra incapacidad.

Afortunadamente una cosa sí que sé, y es segura y cierta como que mañana saldrá el sol.

Los corazones y las almas de las personas nobles están hechos y hechas de cicatrices. Y esas cicatrices son fruto de un dolor, de una perdida, de un dar sin recibir nada a cambio. ¡De sentir el albero en nuestros píes!
 
Claro está que el que nada aporta, nada pierde, y tienen impolutos sus corazones y almas. Qué fácil es para esta gente escupir palabras como balas de cañón, que perforan y rompen en un segundo corazas tan fuertes como el amor, la amistad o la bondad, Y sin prejuicio alguno, además con unas convicciones aplastantes. Se creen que todo el mundo está podrido como ellos o ellas. Las hienas actúan igual. Alaban con sus sonrisas farsas la cacería de la leona, y cuando la carroña escasea, una de ellas, la más grácil y sumisa, lidera el ataque mortal contra aquella leona, aquella que estuvo alimentándolas durante un tiempo.

Y aún ha sabiendas que terminarán solos y solas en su penosa existencia, no cejan en su empeño y no paran de echar vinagre en las heridas infligidas. Quieren arrasar todo aquello que tocan como el napalm, porque son pirómanos de la relación humana y de la relación social.

Yo con una simple tirita detengo y paro la hemorragia de mi alma en este momento, y sigo con mi vida, y sigo con mi camino, en busca -seguro- de otra cicatriz.

Pero aquellos que os alimentáis de ese veneno, que sepáis que vuestro antídoto es, más veneno. Y vuestro corazón se os hace cada vez más pequeño, hasta que desaparece en el olvido.

Ahora es tiempo de gachas, de migas en la lumbre, de “cuchará y paso para atrás”.

Pues yo me quedo ahí atrás, poniendo otra tirita nueva en mi alma. Me quedo atrás blandiendo mi cuchara en alto, como si fuera esa espada con la que la juego en mi “País de Nunca Jamás”, pues regreso allí, con mis piratas y con mis indios, a jugar con los niños perdidos. Por un segundo, por vuestra culpa, me olvidé de ese estado, me olvidé de ellos. Y ese olvido reabre una cicatriz que me costó mucho cerrar.

Que os aproveche las migas y tened presente una cosa bien clara: esas vianda, esos torreznos y morcillas, alguien las puso ahí con cariño para que vosotros las disfrutéis.



….que tal vecinos y vecinas. Si, hoy he colgado la bandera pirata en mi balcón, junto a un puñetazo en la mesa. No cuelgo nada desde hace tiempo, y no son por artículos, que los tengo, pues hay y ha habido tela que cortar desde entonces, pero este de hoy es un manotazo o una reprimenda a esos abusones y matonas que van por la vida dando la puta lata sin el más mínimo escrúpulo. Si, tú, y tú y tú también....de que lado lees este escrito.

Y para aquellos que se preguntan por el titulo de esta publicación. Pues bien fácil es. Las escrituras sagradas cristianas nunca hablaron de la “Tercera Mejilla” porque después de ofrecer la segunda mejilla, en la tercera, Jesús, del puñetazo que le dio a ese pesado matón, lo vistió de limpio.


Besos y abrazos.....ya sabéis que tengo para todos y todas, aunque hoy los tengo contados.

domingo, 15 de septiembre de 2013

UNA MANTA DE PULGAS





No me importa desvelarme por la noche, si lo que me quita el sueño es el bienestar de mi familia, ayudar a un amigo o amiga, o preocuparme para que todo vaya bien en mi trabajo.

A eso lo llaman responsabilidad.

Pero esta palabra la han maltratado a lo largo de la historia.


Hubo un tiempo que la responsabilidad, la verdad y el honor caminaban juntas de la mano. Los románticos (que no somos pocos) todavía caminan por el mundo a lomos de un viejo rocín orquestando nobles batallas y contiendas en pos de la verdad, el honor y el amor.

Hoy dicen que el valor real del significado de esa palabra no tiene sentido ni base alguna, y sobre todo, que no tiene fundamentos, o al menos eso es lo que nos están haciendo creer.

Qué tiempos aquellos, donde ese sustantivo en su forma más arriesgada y verdadera formaba parte de nuestra cultura, de nuestra enseñanza. Formaba parte de nuestra base social, y nuestra acciones y palabra eran más valiosas que todo el papel firmado.

Eso fue el declive de esta palabra, tener que firmar tus actos o tú palabra porque una rubrica en papel es más importante que nuestra propia voz.

RESPONSABILIDAD

Hemos infravalorado y perdido el respeto a esta palabra, hasta tal punto que nos la hemos quitamos de encima cuando nos ha apetecido, como si de una manta llena de pulgas se tratara, y todo lo aprendido de ella, se esfuma como el humo de una colilla pisoteada.

Pero es curioso, vivimos de esta palabra, nos jactamos de ella por la cantidad de responsabilidad que somos capaces de desempeñar. Profesionalmente hablando, nuestro estatus económico y social, depende o dependerá del grado o nivel de responsabilidad que tengamos.

La responsabilidad que tenemos con nuestra familia, con nuestros hijos y con su educación, con procurarle su correcto estado físico, con su calidad de vida día día. La responsabilidad que tenemos con nuestra pareja, con los amigos, con nuestros vecinos, con nuestros compañeros de trabajo o clase. Son muchos los campos y estados donde se requiere que el uso correcto de esta palabra sea fundamental para el convivir en esta sociedad.

Tiene mucho valor esta palabra.

Un padre y una madre son responsables de sus hijos, en todos los aspectos, en cuidarlos y, en como serán en día de mañana.

Un profesor es responsable de procurarle la mejor educación en ese momento al alumno o alumna.

Un médico, una cirujana, un pediatra, una ginecóloga. Son responsables de la calidad de la vida individual y colectiva de nuestra sociedad.

El arquitecto es responsable de crear un hogar estable y duradero....

Con este lado bueno de la responsabilidad podría estar hasta el infinito, pues esta palabra está en todos y cada uno de nuestro manuales del bien hacer las cosas del día día, tanto literal y enumerado bajo disciplina impuestas por normativas, como de forma abstracta o por el sentimiento individual que cada uno tenga al respecto o sea capaz de desarrollar ante la sociedad.


El pasado 24 de julio en España se hizo la oscuridad. 79 estrellas perdieron su luz cuando viajaban en un tren con destino a sus vidas. Ocurrió en Santiago de Compostela, por antojos del destino, pues pudo pasar en Toledo, Guadalajara o Córdoba , o en cualquier punto del territorio español.

Un hombre salió al frente, y de su voz, sin hacer falta ninguna firma en un papel, asumió toda la responsabilidad de aquel desastre, (mucho desastre para un sólo hombre para mi).

Ahora, el juez, perplejo por el funcionamiento de tan particular transporte bala, llama a la puerta de los altos cargos y directivos de este transporte bala, que tras sus enormes mesas de roble, o pino, o caoba, lo primero que hicieron fue sacudirse la manta de pulgas de encima.

Que tragedia esa tarde a tres kilómetros de su destino, que injusta es esta vida aveces.

Contra los accidentes y la casualidad no podemos luchar, pero si podemos y debemos coger de la corbata de aquel o aquella que por su inoperancia y su falta de responsabilidad hicieron de ese accidente una excusa y no fueron capaces de asumir sus responsabilidades.


Queridas y queridos amigas y amigos. Podemos, no, debemos de exigir la máxima responsabilidad de aquellos que están a nuestro alrededor.

Empezando por uno mismo y siendo fiel y justo con lo que hacemos y diferimos a los demás,­ podemos, es más, debemos de exigirle al que esté a nuestro lado que sea responsable de sus actos, para lo bueno y para lo malo.

Y por favor, aquellos y aquellas que nos miran por encima del hombro, que su estatus les protege del bien y del mal, están equivocados, no vale protegerse dentro de una manta llena de pulgas y después tirarla sin más.

Aquel accidente fue una tragedia, pero muchos, creo, escurren el bulto y se sacuden las pulgas.


Buenas noches vecinas y vecinos.........

viernes, 23 de agosto de 2013

EL DIFICIL ARTE DE ESCRIBIR




Mi relato corto lleva ya más de 50 páginas, y el híper-breve va por el tercer volumen.

En mi novela de amor había, dos niños rubios, un jardín con valla, ella morena, él rubio con los ojos azules y hasta el director del banco hacía un reverencia cada vez que se cruzaba con los señores Marquez Romero.
Esa novela acabó en los juzgados. El juez sentenció: Un niño con la mujer morena, y el otro, con el hombre rubio. La casa, que tantas páginas me costó construir, repleta de amor, de sexo, de pan tierno por las mañanas, de emoción por el dormitorio del primer niño, por la alegría de la ansiada litera para el segundo. Esa casa. Esa casa se malvendió por un precio ridículo a un usurero.
 -”Sin solución”- dijo el abuelo de los niños.
Esa novela de amor duerme bajo siete llaves en el último cajón de mi escritorio y que no vea la luz nunca.

Mi texto bélico, donde después de una encarnizada guerra entre hermanos y primos. En la que los tanques y las bombas salpicaban casi todas mis páginas impares. Que este texto estaba estudiado y definido hasta el más mínimo detalle. Donde el final de cada capitulo no tenía nada que ver con el principio del siguiente. Consejos y técnicas de la carrera de escritor que durante treinta años estudié. Ese texto de guerra duró cuarenta años, cuarenta años de dictadura. El texto era de color gris ceniza, con las tapas negras, y con un final cada vez más trágico y oscuro.
A ese texto le prendí fuego, creo que hoy aún arde en el rincón de mi estudio.

Agarré dos enamorados y los rellené de almíbar, cenas románticas, guindas de pastel, futuros bajo el arco iris. Los adorné de pétalos de rosas, de olor a jazmín, de lunas radiantes, de amaneceres abrazados, de anocheceres enroscados.
Él, creo que ya es por fin funcionario de prisiones. Esta crisis lo encerró en un dormitorio durante cuatro años enfrascado en unas oposiciones imposibles. De ella os puedo contar: que cuatro años son muchos años esperando tras la puerta a que llegue un examen. Que es cajera de un súpermercado, y se enamoró perdidamente del reponedor de lácteos, del jefe del departamento de electrodomésticos pequeños. Y cuando ya creía que iba ha pasar por el altar con el espectacular y formal encargado del turno de mañana, Susana, la cajera de la caja número 3, su más intima amiga. Le confesó entre lágrimas que tuvo una relación con el encargado del turno de mañana a sus espaldas.
Vomité y lloré durante tres días después de estas páginas. Creo que este folletín romántico está guardado dentro de una subcarpeta de una subcarpeta con el titulo “Nichos de Palabras”.

Hace unos días, cómo si un rayo que taladrara mi cabeza, comencé a escribir poseído por mil escritores/as.

Imaginé una ficción, una trama turbia que moverían los cimientos de una civilización. Imaginé como la avaricia de unos pocos, pudieron con la bondad de un pueblo entero. Tejí una trama de corruptelas, sobornos, engaños. Creé personajes encorbatados, con maletines y bolsas de basura repletas de dinero. Este dinero se movía en los maleteros de coches oficiales, ocultos tras unas facturas de compras de obras de arte de mentira. ¡Menuda trama!, páginas y páginas escritas sin tan siquiera respirar. Monarquías corruptas. Ayuntamientos de pueblachos como excusas para alimentar egos de personajes sin escrúpulos, dispuestos a dinamitar a sus conciudadanos por la droga del dinero. Amaños millonarios con fondos públicos en la mesa de un bar cutre y grasiento. Palacetes, yates, aeropuertos sin aviones, museos que no guardan nada. Todo estaba envenenado, todo olía a avaricia y sed de poder, a alcantarilla. Fui capaz de crear corazones sin sangre, podridos, corazones envidiados por el mismo demonio. Escribía y escribía sin parar. Cien, mil, dos mil páginas seguidas, ya tendría tiempo de desbrozar, de quitar, de cambiar. Ahora era tiempo de desparramar ideas. Jueces comprados, jueces vendidos, altos cargos políticos que se dejaban untar por una miseria, que se ocultaban en las sombras para cambiarse cromos de ideales políticos, que se resguardaban tras los sentimientos del pueblo para engordar sus atiborradas cuentas bancarias.

¡Qué historia, qué nudo! Con qué sutileza hilvanaba las tramas, las corruptelas, los personajes.

La justicia no existía, el malo era bien visto, el bueno estaba repudiado. Creé la antítesis de una sociedad utópica en dos minutos y en dos mil páginas. Todo valía, todo servía. Pero tenía que ir buscando un final. Tenía que hallar el desenlace de esta trama de este nudo corredizo que no paraba de crear.

Me levanté de mi silla coja de tres patas, y respiré.

A mi memoria, Tolkie y su“Mordor”. ¿Cómo pararía él ese mundo?, o Lewis Carroll y su madriguera de conejos. Escritores/as que fueron capaces de crear mundos diferentes, mundos opuestos a este, escritores que como yo, fueron capaces de crear unas realidades envidiadas, ficcionadas. Pero debía de parar ya, como buen escritor, debía de ponerle fin a esta gran obra de ogros vestidos de vecinos. ¡Qué existo, seguro!.

Salí de casa después de varios días escribiendo, paseaba sin saber por donde andaba, miraba a través de ojos inyectados en palabras, respiraba con dificultad por la emoción, por fin escribí el libro que me alzaría, me encumbraría en lo altares de la literatura, por fin creé ese mundo que cada escritor/a quiere sacar de sus entrañas.

En un gesto automático, mecánico, compré el periódico del día.


Mi gran obra yace ahora en el suelo de la cocina. Desparramada, tragando agua sucia de los platos apilados que tiré de rabia tras leer la portada de ese diario.


Ya de madrugada volví a mi silla coja de tres patas. Abatido y resignado decidí escribir una poesía de amor.

Me arranqué el corazón, y lo puse en lo alto del escritorio, en aquella mesa, entre el taco de papel y la pantalla del ordenador.


                             “DEJÓ DE LATIR”...


el difícil arte de escribir....la realidad supera con creces la ficción.

 

Qué tal vecinas y vecinos. Un tirón de orejas para todos los que minusvaloramos aquello que leemos y otro tirón de orejas para aquellos que minusvaloramos al sentarnos y escribir.

Respeto por la literatura, es un oficio duro que se convierte en ARTE.


Besos y abrazos....os los repartís a discreción, hay para todas y todos... 

martes, 13 de agosto de 2013

EL VERANO DE LA CRISIS


Este verano, primera linea de poza de río.

Nuestras vistas, inmejorables, silla de anea en la puerta y en frente, la casa del vecino a tres metros tan solo.

Este verano las toallas de la playa reposan en un cajón de una cómoda en casa de la tita del pueblo. Tita que hace mil años que no vemos ni sabemos nada de ella.

Visto el panorama, mi padre, el abuelo de mis hijos, puso el GPS con dirección al pueblo, pero aquel nombre no aparecía en ese aparatejo.

Catorce horas de viaje y treinta y dos paradas. Paramos en cada fonda, bar de carretera, estación de servicio, curva con vistas, todos aquellos lugares que al abuelo le recordaban aquel viaje al pueblo que durante muchos años hizo en verano desde el norte al sur y viceversa.

Por fin la caravana de cuatro coches atiborrados aparcó de amanecida en una calleja adoquinada y muy empinada de un pequeño pueblo sin nombre. El sonido seco de las herraduras de un viejo mulo y su presencia al final de la calle, hizo que mi sobrina, la pequeña Marta, rompiera a llorar, despertando así las luces del interior de casi todas la casas de esa empinada y estrecha calle.

La tita Ángeles salió al umbral de la puerta, con su camisón hasta los tobillos, la toquilla cubriendo sus hombros y la alegría en cada arruga de su cara.

Besó a todos mientras pasábamos por la puerta de la que ya era nuestra casa. Se contuvo de apretarse con las mejillas de los pequeños que dormían en brazos de mujeres y hombres que no conocía de nada pero a los que besó y agradeció su visita.

Mamá ya lloraba veinte kilómetros antes de llegar al pueblo y, cuando vio a su prima con su toquilla de croché, dándole la bienvenida a un montón de intrusos, se hizo en un mar de lágrimas, y ambas se agarraron, se abrazaron y entre sollozos, se acariciaron las caras mutuamente, con delicadeza, como si se fueran a romper, y se oyeron más cien besos y otros tantos elogios y reproches de tardanzas en visitas. Las dejamos, giramos nuestras cabezas y dejamos a esas mujeres en su intimidad llorar tranquilas de alegría y de pena a la vez.

La tita Ángeles en realidad es una prima de mi madre. Vivieron juntas mucho tiempo en aquella casa, en aquellos tiempos de hablar a escondidas, de salir a la calle mirando la punta de los zapatos, en aquellos tiempos de protegerse y abrazarse unos a otros y pasaron por momentos muy duros juntas. Pero mi madre se casó con el muchacho pelirrojo y con la cara llenas de pecas de tres casas más abajo. Se separaron cuando mi padre cogió la maleta y puso rumbo al norte, a un barrio periférico de una gran ciudad donde le dijeron, que allí estaba “el Dorado”.

Recuerdo aquella calle empinada y estrecha, pero no asfaltada. Recuerdo que aquellos veranos largos fueron buenos. Mis hermanos pequeños balanceándose en una cuna de madera en mitad de la calle en las anochecidas frescas, y las vecinas revoloteando alrededor de aquellos niños benditos, forasteros, pero benditos. Recuerdo que nunca en mi vida jugué tanto como en aquellos veranos. Y lo primero que hice al llegar a aquella poza, a aquel trozo de riachuelo, fue, tirar piedras a aquel río, intentar hacerlas saltar como una rana. Mis hijos y mis sobrinos con las manos en los bolsillos y mirando al suelo, estaban incrédulos, escuchaban por unos auriculares enormes, reguetón, o rap, o hip-hop, o funky, pero estaban extrañados al ver mi comportamiento. De repente giraban con sus teléfonos móviles apuntando a las nubes, buscando una red, o 3Gs, o algo que bajara del cielo y los sacara de la edad de piedra. Yo si me reía de sus poses, de su perplejidad.

El abuelo se pasó aquellos días dándoselas de lo que no era, de lo que nunca fue. Intentaba convencer a todo el mundo que lo que hizo fue lo mejor. Que el campo y aquella Sierra estaba muerta, que él quería más.

La tita Ángeles de aquella marabunta de extraños solo conocía a mi mujer, porque vino a mi boda. Ni a mis hijos, ni a la familia de mis hermanos pequeños. Eramos desconocidos que invadimos una casa nueva y vieja a la vez, pero con un olor familiar para mi.

Este año he puesto la maldita sombrilla en primera linea de río. Se acabó con los dos modelitos de baño diarios, se acabó mendigar por una tapa de boquerones mil veces al día, se acabó acarrear como un sherpa y pelear como una hiena por un trozo arena fina, arena que se mete por el culo y me hace rozadura y camino escocido a los tres minutos. Este verano llevo cinco días saludando a la gente. Recordando nombres, apellidos y motes. Este verano se me ha olvidado el cargador de la videoconsola de mi hijo, y me da igual.

Mi hijo explotó, mi mujer explotó, mi cuñado explotó, mi hermana explotó. Pusieron en marcha la caravana de coches camino al norte. Pero pararían en cualquier baldosa de arena fina para lucir al menos ese par de modelitos de baño que aún les quedan por ponerse.

Mi hija se queda en el pueblo sin nombre, quiere quitarme el récord de saltos con piedra en el agua. Mi madre sabía que una temporada se iba a quedar con su ansiada prima, y ya están las dos tejiendo una toquilla nueva.

Mi padre, el pobre, lleva tres días llorando, en los hombros de Joaquín, de Paco, de Manuel, llorando en el huerto de su padre que ahora lo atiende su hermano pequeño, mi tío Nicolás, hermano que dejó de hablarle cuando murió mi abuelo y mi padre no tuvo el valor o el ego de venir a enterrarlo en aquellos años de pomposidad. Al final la conciencia hace que llores arrepentido por los rincones, a escondidas.

Se va, mi padre se va con la caravana de coches atiborrados, pero con una asfixia, ahogado entre lágrimas de arrepentimiento.

Yo me quedo, esta maldita crisis ha alargado mis vacaciones indefinidamente. Buscaré “el Dorado” por estas tierras, y por qué no, también buscaré aquella niña rubia, que se sabía todas las plantas y arboles de la zona, que tenía dos coletas muy tiesas a los lados de la cabeza, que me enseñó hacer saltar una piedra como una rana en el agua de esta poza, y creo que fue la única niña, muchacha, mujer que me ha contado siempre la verdad, además me partió la cabeza de una pedrada, seguro que eso fue una señal. La buscaré, a ver si sigue jugando en este río, y si no es así....la convenceré para que lo haga conmigo.

 
 

Vecinas y vecinos, hoy he conocido a Pablo.

Pablo se moja las piernas en las frías aguas de este río, y sus ojos chispeantes y su sonrisa en la cara me contaron que: Pablo está cansado de vivir un guión establecido, está cansado de hablar de esta maldita crisis que no tiene sentido, de lo mal que está eso a lo que llaman “la cosa”, de que con cincuenta y cuatro años donde vas ya..!!, de que no valga para nada treinta y seis años apagando el despertador a eso de las 5.30 de la mañana, para fichar, día tras día, a las 6 en punto, en aquella horrible fabrica de color gris ceniza. Que sus “niños y sobrinitos” de más de veintiocho años, que nunca han pegado un palo al agua, le llamen obsoleto, y que su mujer los alente. Que hoy se quiere bañar en su poza de cuando una vez de niño, fue feliz, y que todo lo demás le da igual.

En este momento Pablo no se acuerda de esa caravana de coches atiborrada que va camino al norte. Ni se acuerda, ni quiere acordarse.....



Besos y abrazos, queridas y queridos vecinas y vecinos, no se aturullen que hay para todos... feliz verano....sea, donde sea..

martes, 30 de julio de 2013

MIRA ESA MESA




Mira ven, mi mesa es la de color azul “fuerte”.

Me arrastraba la pequeña Beatriz del dedo hasta situarme frente a una mesa de poca altura pero ancha en su diámetro.

Bea me presentó uno por unos a los inquilinos de aquella pequeña mesa, donde pasaban sentados casi un año coloreando, recortando e intentando meter unas letras enormes y feas entre unos cuadraditos que cada trimestre se hacían más pequeñitos y esa tarea era cada vez más difícil.

Ramón Buendía, o “Mon” como ellos le llaman. Gordito, de piernas cortas y brazos por debajo del culo. De pelo cobrizo y con el dedo en la nariz todo el rato. Por momentos, cuando está en el rincón del juego, parece la cría de un orangután. “Mon” a veces, se queda mirando a la pared y no ve nada, y no siente nada.

Sara Cañas, o “Sara C” como ellos la llaman.. Morena, de ojos rajados y pelo corto. Bea, al oído y en voz baja, me dice que Sara C se parece a Dora exploradora, se pone el dedo en los labios, nerviosa, - chissst no se lo cuentes a nadie... me habla en un susurro entre sonrisas.

Sara C lleva cada día una falda o un pantalón nuevo, y las felpas y cogidos del pelo van a juego con sus zapatos o deportivas.

Sara C se pasa todo el día sonriendo, abrazada a la profesora y al monitor de apoyo, pero al medio día, cuando la recogen, camina triste y con la mirada hacia el suelo.

Juan Antonio Martínez Cano, o Juan Antonio Martínez Cano como le llaman en la mesa azul “fuerte”. Delgado, estirado, de nariz aguileña y piel blancuzca, repite su nombre y apellidos cien veces al día, y su papá nunca sale del coche cuando viene a recogerlo.

Mario Espinosa, ” Mario” a secas. La ropa de Mario suele ser siempre la misma. Nunca termina la tarea y no logra meter las letras en los cuadraditos de la libreta, cuando se ponen a leer la cartilla, Mario se va al servicio y casi siempre se pierde la historia de la letra que aprenden ese día. Algunas veces lo recoge su mamá, pero casi siempre vienen muchos hombres diferentes y amigas de su madre, que mastican chicle con la boca abierta y no paran de mandar mensajes en sus teléfonos móviles.

Mario se agarra al cuello de su madre cuando viene, la besa y no quiere soltarse, pero ella no para de insultar a la pantalla de su teléfono móvil.

Y Beatriz Sanchez, o “Bea” que así es como llaman a nuestra pequeña amiga, que un día me imaginó de amigo y le acompañé a su clase y me presentó a todos los componentes de su mesa azul “fuerte”. Ella era la única que me veía, la única que hablaba conmigo, la única que me preguntaba preguntas de mayores porque no entendía muchas cosas.

“Mon” se pasa todo el día llorando y mirando a la pared, ¿porqué será?, ¿tú lo sabes?, me pregunta.

“Sara C” siempre está en las faldas de la profesora, ella es la que enciende y apaga la luz, sube y baja las persianas, siempre tiene el color rojo y nunca lo presta, ¿porqué será?, ¿tú lo sabes?, me pregunta.

“Juan Antonio Martinez Cano” anda de mesa en mesa repitiendo su nombre y apellido, empujando y dando patadas y bocados, nunca juega a nada todo le aburre y no comparte nada, ¿porqués será?, ¿tú lo sabes?, me pregunta.

“Mario” todavía se chupa el dedo mientras llora, llama a su madre constantemente, y el chándal del viernes lo lleva desde el lunes, ¿porqué será?, ¿tú lo sabes?, me pregunta.


…...al rededor de la mesa azul “fuerte” hay un mundo, una vida. Pasamos junto a ella sin mirarla, sin ver lo que sucede en esa mesa azul, sin participar en ella. A la pequeña Beatriz le podemos contar o contestar de mil maneras diferentes.

Conjeturas, ficción, chismes, cantos al sol cómo consejo. Ese es el problema.

Seguramente cada uno/a de vosotros/as, según ibais leyendo la presentación de cada niño os montabais una historia, una película de cada vida de ellos. Desafortunadamente en estos tiempos que corren de etiquetas e imposiciones, esas historias, esas películas, son desgraciadas, miserables, de terror. Es la solución a nuestro caos social. Crear y creernos historias más miserables que nuestra vida, alimentarlas y creérnosla. Así vivimos mejor, convenciendo a “Bea” que los demás no saben, que ellos tienen la culpa de todo, y que se apañen, que ellos resuelvan sus problemas, y los míos por supuesto.

Nunca les preguntamos a los niños. Miramos a sus padres, a sus madres, de arriba abajo, y los sentenciamos.

Estáis leyendo esto, y asentís con la cabeza, y reconocéis estas situaciones, porque esto pasa a diario, en el colegio, en la cola del mercado, en la sala del centro de salud, en el bar, en los vestuarios del trabajo. Así hasta el infinito, en cada momento, en cada apretón de manos cuando conocemos a otra persona, en esa mirada de una milésima de segundo, antes de besarse las mejillas cuando te presentan a “esa” mujer.

Vivimos atrapados en un mundo de etiquetas impuestas.

Bueno vecinas y vecinos, hace tiempo que no me asomo al balcón, pero es que soy más de frío y escarcha, y este sol...uff, como calienta.

Después de leer esto, resolverme una pregunta.


¿Por qué me creo “Bea”?, ¿Por qué me imaginó?


Buenas noches vecinas y vecinas






viernes, 3 de mayo de 2013

CONTANDO 60 MINUTOS

Vaya, la lluvia me persigue vecinos y vecinas, y eso que el sol lleva todo el día ahí como un martillo percutor, pero la tarde se ha puesto fea, peor que la encuesta de la EPA con el gobierno y la monarquía. He salido ha colgar esto en mi balcón, y me he mojado y creo que esta vez si eran lágrimas del cielo. Bueno lo dejaremos que llore, que se desahogue el pobre, a mí ya me duele tanto la conciencia y la vergüenza por esta situación en la que vivimos. Yo a lo mío, a contaros un cuento.....


  Un café en soledad, a los treinta minutos, amarga. Después de una hora, envenena el corazón y te dura toda una vida.

Lo conoció una tarde de paraguas y aguaceros.

Sus dedos secaron aquellas gotas de lluvia sobre sus mejillas, y Laura, sin saber porqué, se enamoró al instante.

A la tercera tarde él conocía el olor de las sábanas de Laura.

Fueron meses de ramilletes de flores. De paseos infinitos por las callejas húmedas y sombrías del centro de la ciudad, pero a cada paso que daban, aquellos viejos adoquines, se iluminaban como un amanecer.
Las horas pasaban largas, envueltas en ricos diálogos, en piropos y ensoñaciones de un futuro inmediato, futuro rodeado de olor a leña en el salón, de talco para bebes, de periódicos los domingos. Fueron noches de placer y de amaneceres de despedidas.


Antón, cada mañana, traía tres barras de pan y una botella de leche fresca a la cocina de su casa, y con el cuarto de mantequilla que Sofie compraba la tarde anterior, Antón preparaba las mejores tostadas del mundo a sus hijos.


A Sofie ya no le quedan lágrimas. Tiene mordidos todos los pañuelos de su ajuar, por rabia, por resignación. Todas las noches abraza la almohada de Antón y desde hace tiempo sabe, que su marido cada noche, abraza a otra mujer.


“ a las cuatro y media de la tarde en la cafetería de la estación del ferrocarril. Si no llego una hora después, le acompaño en el sentimiento señora”


Eso se leía en la nota que le dejó esa mañana en el buzón a Sofie el asesino a sueldo que contrató....

 
 
 
 

                                          EDWARD HOPPER
 
 Porque hay algo que no se aprende en las Escuelas de Bellas Artes y eso es mostrar “el alma” del cuadro hasta despertar en el espectador las emociones. Eso es algo difícil de aprender. Es un don que se posee o no se posee y Hopper era el maestro en ese Arte.

 
Que os ha parecido..??, digo eso de: y fueron felices y comieron........no, lo dejaremos para esos cuentos de princesas y príncipes encantados.
 
Feliz noche. Y si no nos vemos, Felicidades a las mamás, que el domingo es su día, y ese es un gran día para celebrar.
Y por favor, no se amontonen. Besos y abrazos para todos y todas, e insisto, que hay para todos y todas...jejeje.

domingo, 28 de abril de 2013

UNA DE PAYASOS

Otra domingo de lluvia, de malos datos económicos, de porcentajes de lista del paro por las nubes, de recortes y recortes, de estafas y corruptos, de injusticias.....uff, ya cansa, ya estoy un poco harto



              *  La sonrisa fingida, las lágrimas pintadas. Hasta su mirada es una caricatura.

Albert lleva cincuenta y tres años viviendo una mentira.


De joven su corazón latía al ritmo del espectáculo, al son de los aplausos y de los focos de la pista central. Se enamoraba cada noche de cualquier muchacha que ocupara el asiento 3 o 7 de la primera fila. Se echaba a dormir el último y se despertaba el primero. Albert no cejaba en limpiarse el barro día tras día, pueblo tras pueblo, espectáculo tras espectáculo. Y acarreó y tiró del alma envuelto en una sinfonía de trompetas y redobles de tensión.... hasta la noche de un jueves .

      Dicen que fue por culpa de un amor.

A partir de esa noche la sombra de Albert fue más negra. Su cara, sus ojos, necesitaron más y más maquillaje para ocultar sus miedos. El odio y el rencor, sin saber porqué apareció en la vida de Albert.

Miraba cada vez con más frecuencia el fondo de un vaso de whisky. Las malditas cartas del póker y los usureros sin escrúpulos pusieron a Albert en lo más alto de sus listas.

El foco de la pista central ya no iluminaba la estrella de Albert. Aquel foco enseñó a todos que el joven payaso buscaba los rincones oscuros y con olor a tabaco y alcohol .

Marie, un amanecer, mientras paseaba a orillas de un manso río, se topó con los despojos quebrados y rotos de un payaso, de ojos amoratados y rodillas partidas como pago de una deuda que no le eximió de la siguiente.

De su voz ensangrentada, de sus labios hinchados, sólo se le oyó decir:
            - Que siga el espectáculo..!!

      Dicen que fue por culpa de un amor.

Marie lo recogió, le curó las heridas y le limpió el alma. Mientras, Albert sonrió de nuevo, se reflejó en los ojos de aquella mujer de pelo corto y negro y otra vez reclamaba los focos de la pista central. Albert buscó de nuevo sus momentos mágicos en el circo de su vida.

Marie volvió a ser nadie, a pasear sola como llevaba haciendo años. Marie volvió a llorar lágrimas de soledad. Aquella estrella desvanecida que recogió echa una piltrafa un amanecer junto a un río unos meses atrás, recobraba de nuevo la luz y sobre todo la distancia.

Marie se miró al espejo, suspirando, asfixiada. Aquel espejo sensato y verdadero le mostró la tristeza y la soledad, y le enseñó otra vez esa alma negra que tanto le ocupó ocultar al mundo. Marie de nuevo se vio, tal y como realmente era.

Una noche de sábado, Marie le regaló a su querido payaso, una botella de whisky y un asiento en una mesa de póker.

Ya jamás aquel viejo payaso se levantó de allí, a su espalda Marie vive una vida inventada, como la cara de Albert, como los sueños rotos. Sueños de dos despojos que se encontraron a la orilla de un manso río.

       Dicen que la locura de un viejo payaso fue por culpa de un amor.

Yo creo que el espejo, noche tras noche, le mostró a aquél payaso mientras se maquillaba para el espectáculo, su verdadera condición.
 
 
 
 
 
                       * Edward Hopper
 (Nyack, 22 de julio de 1882 - Nueva York, 15 de mayo de 1967) fue un famoso pintor estadounidense, célebre sobre todo por sus retratos de la soledad en la vida estadounidense contemporánea. Se le considera uno de los pintores de la escuela Ashcan, que a través de Arshile Gorky llevó al expresionismo abstracto posterior a la Segunda Guerra Mundial.

Un saludo queridos y queridas vecinas.....









miércoles, 27 de marzo de 2013

IN JUS TI CIA




Qué tal vecinos y vecinas...

Llevaba tiempo sin asomarme al balcón, mucho lío, muchas rapaces sobrevolando mi cabeza ahondando en el pensar y en el discurrir de mi vida y de lo que me rodea.

Son momentos de claros-oscuros, y en todos los sentidos, pues el tiempo, el clima, tampoco nos da respiro, y por momentos cuando truena y se raja el cielo en dos por un relámpago con forma de estilete, me acuerdo de aquellas plagas bíblicas, o de aquel apocalipsis anunciado por enormes trompetas. Entonces me paro y respiro hondo, y recuerdo que, aparte de buitres carroñeros, dentro de las rapaces también existen los halcones peregrinos y los cernícalos, aves sutiles que hacen de la excelencia y el equilibrio su forma de vida. Y otra vez veo el vaso medio lleno.

Yo soy de flores y colores, ya me conocéis, soy de apasionarme con lo más mínimo y de llorar y reír por algo simple. Soy de vivir.

Pero también tengo este lado oscuro, esta sombra que todos tenemos para equilibrar lo condición humana, esa sombra que da brillo al gen de las personas y que nos hacen ser tan especiales.

Mi sombra es la rebeldía, es el activismo, es la critica. Inconformista y con un problema claro, creo en la bondad de los hombres y las mujeres, y la espero y reclamo cada día.

Iluso verdad...!!, pero eso para mi es la sal y el azúcar de la vida.

Vivimos tiempos convulsos por culpa de los despropósitos de unos pocos. Aquí, ahora, en este momento que me ha tocado vivir, me decepciona que estos pocos sean capaces de aprovecharse de la bondad de otros muchos.

Esta situación de crisis que padecemos por culpa de esos pocos nos ha llevado a un estado de desidia colectiva. Y mi desidia me puede llevar tan solo: a no comprar unos pantalones; a no comprar un coche; a no ir con mis hijos al cine; a no ir a una manifestación; a esperar en el escalón de mi casa, a que pase el tiempo, hora tras hora....acciones al fin y al cabo sin más repercusión en el transito de la historia.

Pero hay acciones, o mejor dicho, in-acciones que si son capaces de mover el viento a su antojo, y ese es el problema.

Hay una falta grave de responsabilidad y aportación de esas gentes de buena fe, que también se ocultan en ese manto gélido que es el abandono de la ética, la moral y el civismo, y lo digo de esas gentes que sus acciones, o mejor dicho, sus in-acciones si repercuten en el transito y el devenir de nuestra historia presente. Me refiero a la justicia.

La justicia en su más amplio sentido. Desde los jueces, hasta el momento moral de cada uno para diferenciar lo justo de lo injusto, el bien del mal, la verdad de la mentira.

Al Sr. o la Sra. Juez los acuso de no tomar parte en la justicia del día a día. En consentir que la vida del ciudadano/na – bondadosos en su mayoría - termine envuelta en una maraña jurídica sin sentido, apocándonos muchas veces en un desenlace fatídico por culpa de una mala interpretación puntual de un punto o una coma concreta de esta ley, o de un descuido accidental que revierte el caso y un instante lo negro pasa a ser blanco, y la vida se pone del revés.

Y hablo de que el Sr. o la Sra. Juez viven muy protegidos en las leyes, cobijados en sus renglones, ocultos tras las palabras que forma la ley o el artículo. Tanto que no ejecutan criterio alguno del desenlace del echo cuando les llegan a sus manos.

Ellos consienten o permiten que abogados y fiscales deambulen por la ley y las leyes sin prejuicios alguno y con total impunidad.

Estos señores/as aparte de maltratar las leyes, llevan la mentira y la maldad a un estado legal y se jactan de ellos, e hinchan sus barrigas y bolsillos. Y nosotros, simples ciudadanos/as lo permitimos, por nuestra bondad, bondad de la que ellos se aprovechan.

Nos costó asimilar la sanción, la reprimenda, la tarjeta al jugador de fútbol que fingía en su beneficio una falta o un penalti, es más, alabábamos a este tipo de jugador por su picaresca, por sus mentiras, y aún así nos costó aceptar y asimilar esta acción sancionadora por parte del arbitro, pero ganó el fútbol, ganó el espectáculo y perdió la fullería. Ahí es donde quiero llegar queridos vecinos/as.

Los malhechores no se pueden escudar en la ley, los jueces deben estar ahí para proteger que eso no pase, no lo pueden consentir.

La familia, los padres de Marta del Castillo deben saber donde está el cuerpo de su hija, los jueces están obligados a averiguar esto.

Yo, un ciudadano normal, que cada mañana salgo a trabajar, pago los impuestos, intento inculcar a mis hijos en una vida de respeto y de libertad, que procuro que crean en la igualdad de los derechos de todas las personas, que les enseño nuestras obligaciones y deberes como ciudadanos cívicos. Yo sé, que en la calle andan sueltos ladrones imputados en más de cien delitos, y siguen y viven en esa misma vida que mis hijos, y no encuentro la excusa o el porqué de esta circunstancia.

Es ahí donde le recrimino a los jueces que permitan a esa gente que no respeta la ley, vivan en la misma vida que mis hijo.

Tienen que sancionar al abogado/a, estos no están para ocultar los desfalcos de sus clientes corruptos y estafadores. Un abogado/a no puede aprovecharse de las leyes para proteger a todo aquel que está incumpliendo la ley. Los jueces no se pueden ocultar dentro de la ley para desahuciar a una señora, suegra del asesino de su hija y que por culpa de este asesino la van echar de su casa, su casa de toda la vida, casa donde nació su hija y en la que ella vivirá de luto para el resto de sus días, por culpa un desgraciado aprovechado del sistema penal.

Les pido que protegan las leyes, y sobretodo a las personas - que en su mayoría son bondadosas, que no se les olvide -.

Yo, desde mi humilde sillón, al cobijo de las enaguas de una mesa camilla, cómo una gran mayoría de personas en este momento, no me ofrece ninguna credibilidad o respeto escuchar la sentencia de los trescientos treinta años de condena al señor que abusó de cientos de menores en un centro deportivo, saldrá pronto de la cárcel, antes que ese joven salga de su trauma. También sé que el político corrupto al entrar por las puertas principales del juzgado, acusado de robar dinero público y rodeado de medios mediocres y sedientos de miseria, saldrá de puntillas por la puerta trasera e impune de esos delitos. O que de nada sirven los mil años de condena que a un señor o señora que un momento dado se otorgaron con el derecho de sesgar una vida bajo las siglas de ETA. Sé, desde este humilde sillón que más de veinte años no van a estar encarcelados, que hay casos que el terrorista pagará menos de un año de prisión por vida asesinada.

Y es seguro que los familiares de estas victimas, o las victimas propias, seguramente cumplirán cadena perpetua en sus corazones.

Pero eso no importa, porque nuestras leyes está preparada para la reinserción del que delinque, y no para las victimas y su dolor, para eso, para eso no estamos preparados. Y lo pero de todo es, que el infractor lo sabe, y se aprovecha.

Sr. y Sra. Juez, sáquenle tarjeta amarilla a ese abogado por decir que el alcohol que llevaba en sangre el Sr. Ortega Cano, correspondía a la cura que le procuraron en urgencias. No, no es justo, no pueden escudarse en eso.

Casos hay miles, y casi todos sangrantes, ya lo sabemos. Mi desidia afecta en la compra o no de un pantalón vaquero, pero la suya la de estos magistrados, dejan cicatrices en las entrañas de la sociedad. Hunden la moral de muchos de los que nos aferramos a la justicia como un medio igualitario, como un estamento donde la verdad está por encima de todo. Pero últimamente, con estas corruptelas por parte de degenerados que se hacen llamar políticos, por los asesinatos sin condenas justas, por la apatía de los magistrados/as en las resoluciones de estos casos tan sangrantes, está convicción, este baluarte está dejando de ser un cimiento solido en nuestra evolución social, y es ahí donde volvemos a fallar.

Hago un llamamiento, y quizás sea de los últimos de este tipo que hago desde este balcón, pues estoy un poco cansado y harto de esta crisis, de esta desidia y quiero volver a recuperar aquella mirada de vigía que busca el país de nunca jamás con anhelo.

Por favor, formar parte de donde estáis, activar ese grano de arena que ará mover este país hacia un lugar mejor.

Los jueces que protejan la ley por encima de todo, que nadie se escude en ella para hacernos más indefensos, que cambien las leyes si es preciso, ellos deben ser los promotores de estas decisiones, no unos políticos que están de paso, no unos banqueros con un ejercito de abogados capaces de lo que sea por dinero, que defiendan la ley como si fuera su alma.

Qué un médico luche por su vocación, que ningún o ninguna don nadie les hable de la rentabilidad o perdidas financieras del cuerpo humano. Cuando un paciente vive un días más, ya está amortizado todo el dinero invertido y ellos lo saben perfectamente, lucharon, estudiaron y fueron los mejores para realizar ese milagro, aunque intenten hacérselo olvidar.

Que al profesor/a no le enseñen a sumar perdidas o ganancias desde un estamento de educación, cultura y deporte. Qué tendrá que ver churras y merinas..!!. Enséñenles ustedes, no permitan que degraden su oficio a simple mercadería, son muy importantes para esta sociedad, ustedes muestran a los ojos de nuestros pequeños, la libertad.

Este es mi llamamiento en esta noche, otra vez lluviosa y tormentosa, como si alguien desde cielo nos advirtiera que lo estamos haciendo mal. Si, yo creo que la luna y el sol llevan meses sin dejarse ver, creo que nos castigan por nuestros pecados. Yo, por si acaso, procuraré pintar de colores cada minuto que pasa por mis ojos. Al menos, me llevaré eso.
Besos y abrazos, y ustedes como siempre, se los reparten a su antojo, no se amontonen ni hagan colas infinitas, ya saben que hay para todos y todas.


viernes, 22 de febrero de 2013

CUÉNTAME UN CUENTO



Buenas noches vecinos (y vecinas, que algunas se me enfada con eso del femenino y el masculino)


Hace falta que salga el sol ya. (ahora mismo jarrea en el llanete)


Aún da coletazos EL DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LA “DEPRESIÓN”, con el, “y tú más”. Decepcionante, parece una burda pelea tirándose miserias a la cara, como niños pequeños, renegando entre ellos – la caja de cerillas es tuya. No, es tuya – y mientras el colegio arde. Arde como una falla valenciana.

Urdangarin llora por los rincones, abrazado a un osito de peluche, que una vez de chico, cuando se portó bien, los reyes le dejaron de regalo bajo un pino en la noche del 6 de enero. Allí abrazado a ese osito llora desconsolado el pobre, acordándose de su palacete en la zona alta de la ciudad Condal, de sus temporadas de esquí con los niños y los trineos, de su placa que han retirado con su nombre en una calle de Mallorca. Nadie le hace ya ojitos los domingos cuando se juntan a comer, y su suegra, su suegra no le reserva las mejores gambas del arroz como antes hacía. Aunque ese arroz sabemos todos que está algo viciado no, o le falta hervor, o se pasa de cigalas.

Para rematar, aparece un San Pancracio con el dedo equivocado, aglutinando y amontonando dineros y dineros de dudosa procedencia, bueno, de dudosa procedencia no, él sabe y sabía perfectamente de donde venía, y además para que no se les olvidara los apuntaba en una agenda el muy puñetero, menuda cabeza tiene este señor, lo lleva todo perfectamente anotado y apuntado, vaya a ser que entre saltos de heliesquí, escaladas al Everest y mudanzas entre despachos y despachos, se le olvidara o cayera algo. Para veinte años fiel y devoto a su partido, menos los dos últimos, que se le apareció el demonio (dicen)...y curioso, ese demonio le hizo ganar un fortuna en tan sólo dos años, porque nadie (cómo siempre) no sabían nada.

Entre medias el hijo de uno que amaba su país por encima de todo, sacaba los dineros de ese país sin declarar, escondidos en una mochila, como José María el Tempranillo, y los guardaba billete sobre billete en una hucha en un paraíso fiscal. Paraíso fiscal, tengo ganas de ir a ver ese sitio, hablan de ello mucho últimamente, lo preguntaré la próxima vez que vaya a mi agencia de viajes, está bien la ruta de la plata desde la vertiente extremeña, o la ruta de castillos y fortalezas por la vieja Castilla, o que te digo, Benidorm en Octubre. Le pediré un folleto de ese paraíso fiscal, seguro que fuera de temporada no sale muy caro.

Que de cuentos nos cuentan. Que de cuentos nos tragamos.

Nos tragamos un exmarido, exalcalde, que camina con bolsillos mágicos en sus pantalones, en ellos, todas las noches les nacían miles de euros, eso dice su mujer. Ay!! su mujer, la pobre, ministra y todo, y no sabía nada. Recuerda que la comunión de la niña salió por un pico, pero no sabe quién pago eso. Cree que los invitados le dieron unos sobres a la niña (huy..!! perdón he dicho sobres, no era mi intención). O fue un familiar alemán, alemán o de una comunidad de no sabe donde, de parte de la familia de su marido, un tal Gurtel o algo así, y dice que quería pagar el convite de la niña. Bueno él sabrá lo que hace con su dinero.

Ella sabe de lo suyo. De su ministerio de sanidad. De eso si sabe. Y trabaja, puff, cuanto trabaja esta mujer. Trabaja tanto que tiene unas jaquecas más fuertes que la ciclogenesís explosiva esa. No dan con la tecla para sanar esas migrañas en su clínica privada. Me cachis la pobre. Pero, (chisst..!!) me ha contado un pajarito, que una madrugada, cuando nadie miraba, se fue al Hospital de la Paz, allí le dieron una pastilla, y se curó. Ves, pensó que era una pastilla mágica, como los bolsillos de los pantalones de su exmarido. Creo que dentro del ministerio de sanidad ella es la que más manda, o ese ministerio es de unos laboratorios de un tal Guenes ??, pues seguro, seguro que será otro familiar suizo de su marido, perdón, exmarido. Eso si, ha comprado un camión de esas pastillas mágicas que una vez de madrugada le dieron unos duendes en un gran edificio con muchas luces.

Se tiran los trastos a la cabeza..??, o no. O hacen el paripé.

Me da la impresión que esta clase política se juntan todas las noches y entre botellines de cerveza y copas de vino rosado, preparan la función del día siguiente. Cuentan dineros, cuentan cuentas en paraíso fiscales, cuentan parados, cuentan desahucios, cuentan corruptelas, cuentas especulaciones y puentes y carreteras guardados en los cajones del salón (al menos los planos, porque los dineros que cuestan los tienen en sus bolsillos mágicos), cuentan estupideces y creo que hacen apuestas haber cual de esas estupideces sale para adelante. Porque está claro que la sociedad nos tragamos todos los cuentos que nos cuentan.

Sino, cómo se explica que los dos sindicatos mayoritarios de España, se sientan a negociar y a tratar la reforma laboral con los anticristo de la COE, y hablamos del presidente (Gerardo Diaz Ferran) y el vicepresidente (Arturo Fernandez). Yo creo que no se sentaron a negociar, yo creo que se fueron todos de farras, es más, creo que esa jarana la pagó el familiar alemán del ex de la Mato, ese Gurtel especialista en cuentos de nunca acabar.


Bueno vecinos y vecinas, os juro que este artículo de hoy iba por otro camino, mi intención era otra, pero seguro que dentro de poco lo sacaré a tender pues también me ronda como un tiburón.


Esta tarde me ha llamado al móvil San Pedro, llorando como un niño chico (por eso creo que ha caído esta tormenta) me dice entre sollozos que está harto de esta crisis, que su hijo al cabo de los años, ha vuelto a casa. Qué que hace, que en su dormitorio había puesto la bici de spinning y la cinta de correr. Le he aconsejado, que lo mande de Erasmus, que se aprende mucho por ahí. El lunes le va ha echar la beca al niño, pero cómo está la educación cómo está, no confía mucho en que se la concedan.


Besos y abrazos vecinos y vecinas, pronto saldré de nuevo al balcón.





sábado, 19 de enero de 2013

¿ HIPOCRESÍA..?


HABLANDO DE HIPOCRESÍA

Qué tal queridos vecinos, llevo tiempo mascullando este artículo y llevo tiempo intentado sacarlo del cajón al que lo llevo preso y oculto de la luz día tras día.

Hablemos de HIPOCRESÍA, ¿porqué no?, si el sr. Benito Pérez Galdós, o el ilustre Balzac humanistas, filósofos, literatos realistas pudieron hablarlo, contarlo y escribirlo y hasta muchos de ellos hacerse celebres por tratar un tema tan cotidiano. ¿Porqué no podemos hacerlo ahora?, vosotros, yo, simples ciudadanos, simples peatones que no tenemos nada que perder y mucho menos que ganar. ¿Porqué no podemos hablar de ese adjetivo? Adjetivo con el que nos levantamos cada día y nos acostamos entre sus brazos cada noche. HIPOCRESÍA.

El maestro Galdós nos lo mostró sin pelos ni señales, sin adornos ni florituras literarias, simplemente narró lo que sus ojos vieron a diario. ¿Qué es lo que ha cambiado desde sus palabras de finales del IX, a esta mañana de nubarrones y ventiscas? En lo que a la terminología de la hipocresía se refiere, en nada, tan sólo ha pasado el tiempo. Eso si, el hábitat, el mundo de la HIPOCRESÍA ha crecido en personas, en ese mundo nos hemos reproducido salvajemente, cada vez somos más, tantos que nos estamos expandiendo hacia otros mundos más volubles, y con consecuencias nefastas, los estamos conquistando sin derramar ni una sola gota de sangre, -nuestra claro está-.

Cómo todos sabéis dispongo de una atalaya privilegiada. Este balcón, que dependiendo el día, está a mil metros de altura, o si no, a tan sólo dos o tres metros del suelo. Me permite narrar, estudiar, y contemplar, y sobre todo, escrutar el devenir de esos peatones, de esos ciudadanos que habitamos este mundo de nombre Hipocresía y de apellidos Hipócrita de la Hipocresía.

Esta crisis en la que vivimos ahora en España, en Europa, en las personas civilizadas, es un placebo que nos viene muy bien para tirar balones fuera y no asumir nuestras culpas o nuestras miserias.

“Yo soy el mejor, tú eres el culpable de todo”. Este es el lema nuestro mundo.

Esto, en cada noche para conciliar el sueño, en cada cucharada de potaje que nos tragamos mientras vemos inmutables las noticias, en cada encontronazo con el vecino en el ascensor, en cada saludo de buenos días al sr, Manolo al que odias porque se compró un coche hace dos años, en cada ojeada que le lanzas de pestañas envenenadas a la mamá de Martita porque hoy viene divina de la muerte la muy...

Repito, por si no me oyen los del fondo: “Yo soy el mejor, el más alto, el más rubio, el más listo el más....y tú, tú no sabes de nada y además eres un mindundi que no tienes ni idea y eres el culpable de todo lo que nos sucede alrededor”

Qué bien se vive en este mundo hipócrita. Es un placer, es como estar en una depresión crónica, donde todos son los malos y yo el bueno.

Lo bueno de este mundo de hipocresía es que no tiene escala social, como en otros mundos. Aquí el rico es hipócrita, rico, pero “mega” hipócrita. El pobre....el pobre es pobre y todo en él son pulgas y garrapatas. Pero eso sí, pulgas hipócritas y garrapatas gordas e hinchadas de hipocresía.

La clase media de este mundo es de lujo. Es en la que más personas vivimos. Háganse una idea, en este rango entran desde el afilador en bicicleta, hasta monarcas y fontaneros. Figúrense, médicos, enfermos, ladrones, políticos, hermanos, vecinos, carteros, deshollinadores de chimeneas, seguidores del Barsa y del Madrid, ejecutivos, alcohólicos, maltratadores, notarios, no sé, la lista es bastante larga y amplia por los cuatro costados, le podéis añadir aquellos que seguro que conocéis perfectamente. Es dentro de este segmento donde si se pueden diferenciar algunos grados o escalas sociales, que dependiendo el volumen o nivel de hipocresía que tengas, vas estar o no, en lo alto o en lo bajo de esta escala.

Ahora estamos en nuestro mejor momento, parece el cenit de nuestra premisa social. Peluquerías, barras de bar, puestos del mercado, colas del INEM, bufete de abogados, pasos de cebra con semáforos. Allí donde se junten más de dos personas, allí se despliega nuestro gen y lo impregnamos todo y a todos los que nos rodean.
  • Qué si la culpa es del alcalde, que el alcalde culpa a Junta, que la Junta al gobierno Central, en Madrid le echan la culpa de todo a los catalanes, los catalanes a las subvenciones y al PER, los del PER los mataban a todos los que sale por la tele por gandules. La del tercero izquierda dice, que eso es cosa de la alemana que nos tiene manía, pero su cuñado que estuvo seis meses trabajando, bueno, en el ayuntamiento, le dijo que los obispos y los de la iglesia se lo estaban llevando tieso. Tieso, averigua tú lo que quería decir el cuñado de la del tercero izquierda. Hasta al rey le han echado la culpa, el hombre, que ha sido el único que ha dicho que no lo volverá hacer más, aunque ese debía de saber lo de su yerno, eso en las cenas cuando te juntas, tienes que saberlo se ve, pero seguro que no quería decir nada, por la niña, para que no se enfade no vaya a ser que no venga el domingo a comer arroz, por que eso es así, que ellos son como nosotros, que te piensas tú.
Ejemplos hay muchos, como gente que habita en esta clase media de este mundo. Metáforas,opiniones, suposiciones, correveidiles, conjeturas, esto es como el culo, cada uno tiene el suyo, y cada uno vale y cuenta en devenir del día a día de este planeta.

Algo tengo claro, esto no funciona. En algo estamos fallando pues esto ya chirría demasiado. Unos trescientos dirigentes, arropados bajo la bandera de la democracia y de la libertad, están imputados por corrupción. Jueces, abogados, médicos, catedráticos, intelectuales, no están dando la talla en sus competencias. Por otro lado, el trabajador base, el ciudadano medio, “la plebe vulgarmente hablando”, no aportamos nada y no hacemos otra cosa que mirar hacia otro lado, en algo estamos fallando. Si en la ciudad en la que vivo, el botellón, el consumo de alcohol por menores, el consumo de estupefacientes ilegales, y la violencia juvenil se hace justo en las narices de la policía municipal, en algo estamos fallando. Si el único denominador común que nos une en esta sociedad tanto en lo bueno como en lo malo es el maldito dinero, en algo estamos fallando. Si hemos perdido una generación de jóvenes y vamos camino a perder otra y no somos capaces de solucionarlo, en algo estamos fallando. Si tenemos las viviendas llenas de aparatos de aires acondicionados que no podemos usar porque no poder pagar el coste de la luz y cocheras llenas de vehículos parados pues la gasolina cuesta más que el jamón...¿en que hemos fallado?.

Yo tengo mucho más que decir de lo hipócrita que soy, pero ya es hora de intentar dormir y si ustedes quieren seguiré en otro momento, y si no quieren, también. Además ahora me tengo que poner la bufanda, las botas de agua y agarrarme con un arnés para salir al balcón a tender este texto, pues la ciclo-génesis explosiva, está en plena forma en estos instantes.

Perdonad vecinos por el alargo del texto, pero es que está la situación un tanto rara y un servidor está bastante caldeado.

Besos y abrazos, ustedes sin amontonarse y si enfadarse, se los reparten gustosamente pues hay para todos y todas.