miércoles, 23 de julio de 2014

YO TUVE LA CULPA...

Me cuesta horrores salir de casa y disfrutar con la familia.
No por ganas, pues bien sabéis que a mí nunca me faltan, y menos si es con mis hijos, y más si procuro que esa excursión se transforme en aventura, mejor aún. Pero la cuestión es la de casi todos y la de casi siempre en estos momentos que vivimos: EL DICHOSO DINERO y lo que vive alrededor de el.

Llevo navegando por las carreteras de España más de un millón y medio de kilómetros. Mi vida laboral anterior estuvo relacionada con la representación y el comercio, y la red comarcal y estatal de carreteras del estado español era mi oficina. Primero a nivel estatal, autonómico y finalmente provincial.
Muchos son los kilómetros que tienen mis retinas, muchas son las horas de calle y carretera las que llevo en los bolsillos de mis pantalones. Disfruto mucho con el viaje.
Siempre he dicho que mi profesión frustrada es la de “cuentista en viajes de moto”, pero la vida, ya la conocemos, es puñetera y casi siempre nos lleva por otros derroteros. Esto no quita que haya, -y sigo-, disfrutado de cada kilómetro que me echo por delante. Me encanta, me apasiona el viajar. Vivo como nadie el viaje, el paisaje, el momento, la música que me acompaña.
Qué viajaba o viajo sólo, me empapo de ese instante, yo, el coche, la soledad, la banda sonora. Ese era mi momento. Cuando voy o iba acompañado, intentaba transmitir ese buen rollismo que me difería el viaje en sí a los que allí estábamos.
Ahora es otro tiempo, otro momento de la vida en mi vida, mis viajes suelen ser con mi familia. Mi mujer, mis hijos. Y como buen anfitrión de carretera y viajes, procuro enseñar a mis hijos las bondades del viaje en sí. Por desgracia, o afortunadamente, yo no tengo Dvd`s portátiles, ni tablets con sonido sond round, o mujeres con castañuelas que entretengan a mis hijos en el rato que dura el viaje. Yo, como soy tan tonto e iluso, creo que los demás van a disfrutar al igual que yo ese momento intimo que la familia vivimos mientras vamos de viaje. Para lo bueno y para lo malo, pues todos sabemos que el monte no está plagado de orégano, y horas en coche más niños pequeños, el resultado nunca es muy encantador. Pero siempre sacamos la imaginación y procuramos llevar la carretera y el viaje a buen puerto.
He procurado enseñarles mis vivencias y sapiencia del sitio por donde pasábamos. He parado si era menester para enseñarles algo en concreto que a mí en su día me hizo ilusión y mostrárselo. He advertido el próximo paisaje que se no venían encima. He intentado enseñarles geografía básica para situarlos en el mundo. Bueno en España, bueno en Andalucía, bueno vale en la provincia de Jaén….
Siempre intento transmitirles que lo mejor del viaje no es el destino final, sino el viaje en sí, ese momento único e intimo que estamos viviendo en ese preciso momento.



Bajábamos ya de regreso al principio de este mes de julio desde Valencia a Jaén. Pasamos unos días en tierras valencianas y la experiencia fue muy agradable y veníamos contentos de recordar lo buenos momentos en esos días vacacionales. El viaje ameno, cantando a viva voz canciones de Adele, Coque Malla, AC-DC. Subiendo el impresionante viaducto de Buñol, admirando de lejos el magnífico circuito de Cheste, las impresionantes vistas del Embalse de Contreras….LA MANCHA.
Será por mi devoción a las hazañas y aventuras de D. Alonso de Quijano por aquellas tierras, será que la he cruzado en todas las horas del día en todas las estaciones del año, será que he transitado tanto por esas carreteras manchegas que le tengo una estima especial…..pero.
 A La Mancha la han cortado a machete, con una autovía que viene desde tierras extremeñas hasta enlazar con la autovía de Madrid-Valencia.
Decenas de pueblos manchegos se han quedado huérfanos de los habitantes del alquitrán. Nosotros alimentábamos sus ventas, sus bares, sus municipios, mientras nos alimentábamos nosotros de su gastronomía. Transitábamos por pueblos míticos y mágicos. Nos ensoñábamos con la visitas a esas viejas atalayas o ruinas que a lo lejos divisábamos y que siempre emplazábamos la excursión para otra ocasión, en otro momento donde el tiempo no nos apremiara. Y cuando hacíamos oídos sordos al segundero del reloj y a la cuarta vez que pasabas junto aquel viejo castillo en ruinas que nos guiñaba un ojo a lo lejos, girábamos el volante en su busca. Siempre salíamos sonriendo de aquella experiencia, acusándonos de no haber hecho esa excursión antes.
Ahora no, ahora cruzas el paramo manchego en un golpe de aire acondicionado y a mil por hora.
Un paisaje yermo en el mes de julio con el cereal recién cortado, cuatro olivos desperdigados con sus ramas alborotadas por las constantes ráfagas de viento. No, la autovía de la Macha no emociona. Dos rectas infinitas que hacen olvidar Villarobledo, Sisante, San Clemente, Iniesta, Granja de Iniesta, Manzanares, Almagro, Ruidera….
Las infraestructuras terrestres no unen pueblos, para nada, esta nueva red de carreteras, red ferroviaria, aeropuertos sin sentido están aniquilando la razón de ser de muchas poblaciones. Cuanta más velocidad alcanza el AVE, antes se extingue un pequeño pueblo agotado de tanto padecer durante años. Las infraestructuras terrestres están haciendo más ricos a los que más tienen, pero esa canción ya me lo conozco.
En ese viaje de regreso, cruzando la Mancha al son de Joaquín Sabina, divisé a lo lejos y a la margen derecha, una pequeña flota de camiones, coronada la imagen con el logotipo de una marca de gasolina importante, una “CEPSA” para ser más explicito. Tumulto de camiones más gasolinera, topicazo del viajante curtido, - ese debe de ser un buen lugar donde saciar el gaznate, repostar y estirar las piernas, pensé -.

Por mi acción o acciones en ese momento, fui el responsable de que cuatro personas al menos estén aún en las interminables listas del paro.
Me reposté el vehículo hasta arriba de gasoil con mis manos, no sin antes haber acatado religiosamente las normas que un señor me dictaba a través de un cristal antibalas mientras me miraba de arriba abajo como si yo fuera de Al-caeda y hubiese ido allí para inmolarme en la única gasolinera de la Mancha.
Cómo la estación de servicio estaba con bastantes usuarios y un solo pez en una pecera antibalas, hice cola dos veces, una para dejar de fianza mi DNI, pues así se estipula en el artículo 1000 de las normas de  ese establecimiento: “Si el importe no es exacto el cliente dejará su documentación personal en fianza mientras reposta el vehículo”. Y otra vez hice cola, para esta vez sí, pagar el importe del llenado del depósito y recuperar  así mi identidad que estaban en manos de un desconocido dentro de una pecera.
Decidimos alimentar el estomago en el restaurante de este único establecimiento a decenas de kilómetros.
No sé cómo ni por qué, pero otra vez de nuevo estaba en una cola esperando. Yo, pagué los alimentos media hora antes mientras los pedía a una señorita que ni tan siquiera me miró a los ojos pues tenía los suyos en el ordenador donde de forma robotorizada anotaba mi comanda numérica. Habilité, limpié y acondicioné una mesa para mi familia. Mi mujer al sonido de nuestro pedido por el circuito sonoro del local, se apresuró a recepcionar toda la comanda que media hora antes le había relatado en forma de números a esta gentil señorita que nunca sabré los ojos que tiene. Al menos, el plástico, el papel, los sobrecitos, los cubiertos de usar y tirar eran de primera calidad, de esos que no se destruyen en miles de años. La comida se fabricó el mes pasado y en ese momento le dieron un calentón, o más bien cómo mucho, una irritación. Las patatas bravas no embistieron en su vida, eran patatas cabestros. El flamenquín se quedó de pie, altivo, gallardo, ningún cuchillo le pudo hacer ninguna muesca, qué carácter. El melón de la tierra fue el mejor pepino que me haya comido jamás. Y el café exprés, fueron dos lágrimas del único camarero que estaba en una barra atiborrada de montañas de plásticos y embases al que solo se le oía renegar.

Si queridos vecinos, que bien nos han vendido la moto. No solo le hago el trabajo al dueño de “CEPSA”, que seguramente esté en este momento disfrutando de un flamenquín tierno y delicioso, que encima por contratar a una sola persona para hacer el trabajo de cuatro y al precio de medio jornal, me dice y acusa a mí, que yo tengo la culpa de todo: que he vivido por encima de mis posibilidades, que no aportamos al movimiento del comercio, que soy el responsable del efecto invernadero y el calentamiento de la tierra, que no reciclo, que no fomento la cultura tradicional de nuestros pueblos. Si hombre sí, soy culpable por esta vez de hacerte el trabajo de tres o cuatro trabajadores que tendrías que haber contratado. Si hombre si, soy culpable de hacerte más rico aún si cabe, pero una y no más por mi parte, ya no me pillas en otra amigo.

Lo tengo claro, yo, la próxima vez ni entro en las autovías, ni en las autopistas. Tardaré más en llegar, seguro, y qué, el mar lleva miles de años ahí, el tiempo no pasa por la encina o el olmo en la sierra. Yo soy el que le busca más minutos al reloj.

Pues no, he aprendido la lección, voy a procurar enséñales a mis hijos el placer de viajar. 

Buenas madrugadas....